En teoría, los intérpretes y los traductores tienen la misma responsabilidad: tomar las palabras de un idioma y expresarlas en otro de manera que un público no familiarizado con el idioma original pueda entenderlas. Debido a ello, a veces el término intérprete y el término traductor se usan de manera indistinta, si bien en realidad no es correcto hacerlo.
Si bien el principio general es el mismo, la mecánica y el método en sí entre las dos profesiones es muy diferente. El diferenciador más obvio es el medio. Los intérpretes trabajan en tiempo real con la palabra hablada. Alguien habla en su idioma nativo y después el intérprete debe parafrasear con mucha rapidez en otro idioma “de destino” lo que se dijo. Los traductores, por otro lado, leen el texto en su idioma original y después se toman su tiempo para redactarlo en un nuevo idioma de destino y asegurarse de preservar el sentido del original y que al mismo tiempo la redacción en sí le suene natural y fluida al público del idioma de destino.
Los intérpretes deben tener la capacidad de pensar con rapidez en el acto, dado que no saben qué va a decir quien está hablando y, a diferencia de los traductores, no tienen tiempo para consultar diccionarios, gramática o guías de estilo para garantizar la mayor elocuencia posible. Asimismo, en una diferencia radical con los traductores, a veces puede necesitárselos para establecer una comunicación bidireccional. Es decir, puede ser necesaria una conversación o intercambio de información reales entre dos partes que hablan idiomas diferentes. El intérprete no solo debe poder parafrasear desde un idioma, sino también parafrasear la respuesta de manera que el hablante original pueda escucharla. Los traductores trabajan en una única dirección: después de haber redactado y enviado la traducción, su trabajo se termina.
La mejor manera de concebir la diferencia entre interpretación y traducción es como la diferencia entre un mediador y un escritor. Los mediadores trabajan con personas y, por ende, los rasgos más importantes que deben tener son habilidades sociales y capacidad para interactuar con otros con decisión y elocuencia. De los escritores, por otro lado, se espera que elaboren contenido final perfeccionado. Mientras los intérpretes deben solo asegurarse de que se entienda lo que alguien dice en un momento determinado, los traductores deben tomarse su tiempo para asegurarse de que la traducción conste más que de mero texto comprensible. Los traductores deben ajustar el material de origen para que al nuevo público le resulte lo más fácil posible consumirlo y eso a veces puede incluso implicar redactar frases por completo nuevas que contengan tan solo el espíritu del contenido, en lugar de una traducción exacta. Por ejemplo, el uso de juegos de palabras en sentido humorístico es un área en la cual los traductores pueden con frecuencia verse forzados a usar medios alternativos para comunicar el humor, porque el juego de palabras puede basarse en palabras con sonido fonético similar que, cuando se traducen con literalidad, no tienen relación alguna. Los intérpretes, por otro lado, deben contar con una enorme cantidad de vocabulario o, en ocasiones, especializarse al máximo en un campo de estudio, dado que para interpretar charlas científicas de alto nivel, además de tener habilidades lingüísticas, hace falta estar familiarizado con principios científicos.
Tanto la interpretación como la traducción son muy importantes en el mundo conectado de hoy en día, pero requieren habilidades muy diferentes y suelen tener exigencias muy distintas.